Guzmán se ha convertido en Señor, pero añora los tiempos de simple peón. Atrapado en una situación comprometedora, decide pedir ayuda, pero puede ser ya muy tarde. Ávila y Molina asumen los daños colaterales de sus acciones y gracias a una jugada maestra, Ávila consigue ganarse la confianza de Cardozo. Pérsico, por su parte, confronta a Sánchez y logra sacarlo de sus casillas.