La erupción volcánica de Timanfaya en Lanzarote, entre 1730 y 1736, propició el traslado a La Graciosa de lanzaroteños que huían de la tragedia. En 1876 la sequía obligó a unas pocas familias de Lanzarote a buscar futuro en la industria de salazón que se instaló en la isla. Una década más tarde, la industria cerró y sus trabajadores formaron el asentamiento definitivo de la población.