Simón y Gaspar se van de acampada con los abuelos. Cuando cae la noche, el abuelo va a ver a las hadas del bosque, pero Simón no cree que existan. Sin embargo, el abuelo insiste en que las hadas del bosque existen e incluso tienen poderes mágicos, como convertir a los pececillos en ranas. Simón atrapa los peces y los pone en un tarro al pie de su tienda. A la mañana siguiente, Gaspar se asombra porque los pececillos se han convertido en ranas. Simón le sigue el juego, aunque sabe que los pececillos eran ranitas.